Estigma asociado a los trastornos mentales

A lo largo de los últimos años se ha evolucionado mucho en el hecho de visibilizar las enfermedades y la salud mental, dándoles casi la misma relevancia que a la salud física. Tanto el COVID-19 como el confinamiento, han sido factores que han demostrado que la salud mental es también un asunto de vida o muerte. En los últimos meses el incremento de suicidios a nivel mundial y particularmente en España ha sido desfasado e impactante; lo que ha ocasionado finalmente una mirada desde diferentes actores sociales, en pro de la salud mental. 

Años atrás en la historia, los trastornos mentales eran considerados castigos divinos o posesiones demoníacas. Asimismo, la “curación” para éstos se realizaba mediante exorcismos y otros rituales de carácter religioso, por lo que la actitud de la sociedad ante estas personas estaba entre el rechazo, el miedo, y cierta intolerancia. En 1484, año de influencia hegemónica por parte de la inquisición, muchas de las víctimas de esta persecución eran personas con enfermedades mentales. 

No obstante, si bien es cierto que la ciencia ha avanzado lo suficiente para comprender el carácter multicausal de los trastornos mentales, es decir, que las causas de los trastornos mentales pueden hallarse en ámbitos como: la genética, las experiencias de vida, factores biológicos (desequilibrios químicos en el cerebro, lesiones cerebrales, enfermedades terminales) consumo de alcohol o drogas, o por factores como la soledad y el abandono, aún quedan muchas de las actitudes y formas en general de percibir los trastornos mentales de ese entonces, en la manera en que la sociedad actual los ve. 

Uno de los estigmas característicos actualmente, es debido a que, gracias a las series de televisión, a las charlas de muchos influencers actuales, como también canciones, se le ha dado una visibilidad romantizada muchas veces a los trastornos del estado del ánimo como la depresión o la ansiedad, en la que una persona con uno de estos dos trastornos se vuelve más interesante e incluso muchas veces más “profunda”, como también parece obtener mayor atención si mostrara que tuviese uno de estos trastornos. 

Estamos en un momento social en el que, o se invalidan alguno de estos dos trastornos por la falta de claridad respecto a la diferencia entre estados emocionales y un trastorno del estado del ánimo, haciendo comentarios como: “Tienes que esforzarte más para salir de esa situación”, “no estés triste, lo tienes todo, no te hace falta nada”, o “tienes que poner de tu parte” o también, por otro lado, como se menciona anteriormente, se romantizan y se generalizan pensando que tenerlos hace que seamos más atrayentes e interesantes, así que ante cualquier estado emocional fuerte de tristeza, se piensa que se tiene depresión e incluso, en algunos casos, desean aparentar tenerla. 

El conocimiento de los trastornos mentales basado en la “doxa” es decir, basado en opiniones y no en información científica o real, lleva a estas dos actitudes anteriormente mencionadas, además, por la misma razón, podemos ver un mayor estigma frente a trastornos de los cuales no se habla tanto y son considerados más graves, como lo serían, por ejemplo, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, en los que al haber mayor desconocimiento y al mismo tiempo mayores referencias históricas relacionándolos con la locura o distorsión de la realidad, se crearon alrededor de ellos creencias, opiniones y preocupaciones. 

Según el artículo “Opiniones y creencias sobre las enfermedades mentales graves (esquizofrenia y trastorno bipolar) en la sociedad española” serían, en primer lugar, que no se diagnostican por rechazo social, que su enfermedad impide su funcionalidad, es decir, afecta la vida cotidiana o impiden la vida normal y las principales creencias refieren a peligrosidad, rechazo social y falta de información. 

Lo anterior daría a entender que existe desconocimiento frente a la sintomatología de trastornos mentales “graves” y que se suele resaltar los aspectos negativos que se atribuyen a estos. 

Es importante que en una sociedad en la que cada vez crece más la prevalencia de trastornos mentales haya más espacios educativos con relación a este tema. Se estima que unos 450 millones de personas en el mundo padecen un trastorno mental o del comportamiento en un momento dado de su vida y, en España, excluyendo trastornos relacionados a consumo de sustancias, se afirma que el 9% de la población padece al menos un trastorno mental en la actualidad, y que algo más del 15% lo padecerá a lo largo de su vida, que serían alrededor de 7.5 millones de personas. 

Supuestamente personas como Catherine Zeta-Jones, Demi Lovato y Bill Gates, tienen desorden bipolar y trastornos del neurodesarrollo respectivamente, como también Isaac Newton, quien tenía trastorno de esquizofrenia y desorden bipolar o Charles Darwin, quien padecía de agorafobia o por otra lado, Nikola Tesla, quien tenía trastorno obsesivo compulsivo, y así muchos más personajes de la historia destacados por su inteligencia, el éxito en el arte y la televisión y por sus grandes descubrimientos, que nos demuestran que los trastornos no implican no ser funcional ni el no poder tener una vida “normal” y que, desde la psicología y la psiquiatría, son muchos los avances para que, como en las enfermedades físicas, se pueda vivir con bienestar y normalidad, aún teniendo un trastorno mental. 

Psicólogas Centro Crece Torrevieja

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